Puede parecer una locura cualquiera de las cuatro expediciones de Martin Gusinde a Tierra del Fuego: viajar 20 días en un vapor de Valparaíso a Punta Arenas, usar tres meses de vacaciones para recorrer islas inhóspitas, o más aún, gastar fondos públicos y privados para investigar culturas en el extremo más austral de América.

A principios del siglo XX, los gobiernos de Chile se esforzaban por convertir esta tierra en un país moderno. Tímidamente, Chile trabaja en ser un lejano reflejo de Europa: se extendían las líneas del ferrocarril, aparecían los primeros automóviles en las calles de Santiago y las ciudades comenzaban a alumbrarse con luz eléctrica. Sin embargo, mientras eso ocurría el sacerdote alemán Martin Gusinde se encontraba en el extremo sur conversando con pobladores fueguinos. Él mismo cuenta: “Pasé horas a la lumbre del fuego animándolos a que me contaran lo que conservan de sus antepasados. Allí, al abrigo de sus chozas, me referían cómo y de dónde habían venido los primeros hombres a estas regiones, cómo se formó la inmensidad de canales y la nieve eterna, los nombres de las aves y los demás seres vivientes.” ¿Cuáles serían esas historias tan valiosas que escuchó Gusinde al calor de una fogata?

Cien años después, desde la perspectiva de nuestra sociedad industrial, tan moderna y tecnologizada, en que no sólo tenemos luz eléctrica sino satélites, internet o la asombrosa inteligencia artificial, sigue siendo vigente la pregunta: ¿Qué se puede aprender de las culturas tradicionales de los pueblos originarios? ¡Mucho! Y así mismo pensaba Martin Gusinde.
Gusinde emprendió una tercera expedición entre 1921 y 1922 con el objetivo principal de conocer la ceremonia yagán del “Kina”, la iniciación de la juventud (similar a la fiesta selknam del “Hain” o del “Klóketen”, pero con sus propias características). Dicha ceremonia, nutrida de ritos, revelaría elementos de la cosmovisión yagán de aquel tiempo: su modo de habitar y contemplar el mundo.
Las cosmovisiones yagán, selk’nam o kawésqar tienen mucho que enseñar. Entre otros valores, estas culturas poseen un valioso sentido de trascendencia, dan importancia a los lazos comunitarios, enseñan un respeto por los ancianos que atesoran la tradición oral, y su cosmovisión refleja una profunda conexión con la naturaleza.
Cada uno de estos valores bien puede enriquecer la vida de la sociedad occidental, que, a pesar de toda nuestra capacidad tecnológica e industrial, cae con tanta facilidad en el individualismo, en la inmediatez o el uso de la naturaleza exclusivamente como un recurso económico.

Esto y mucho más es lo que la Fundación Gusinde está difundiendo al publicar la 3a expedición de Gusinde. La invitación es a mirar la cultura tradicional con otros ojos, y así ver que las más antiguas tienen hoy mucho que aportar. Los invitamos a seguir nuestras actividades de para conocer más tesoros culturales de aquellas sociedades que siguen aún habitando el extremo más austral del mundo.
Texto:
Santiago Jiménez Walker
Profesor de Historia y Ciencias Sociales
Diplomado en Cultura Tradicional
Fuente Fotografías:
1 Choza Chiejaus o Kina. Fotografía Patrimonial Archivo Martin Gusinde MHN
2 Canal Beagle – Isla Navarino – Archivo Fundación Gusinde
3 Niños Yaganes. Fotografía Patrimonial Archivo Martin Gusinde MHN
Bibliografía:
Martin Gusinde, Expediciones a Tierra del Fuego, Ed. Universitaria, 2013.
Feliú Cruz, G. (1969). “El padre Martín Gusinde y su labor científica en Chile.” Revista Historia, N°8.
Armando de Ramón, Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana, Catalonia, 2013.
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