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Por Daniel Quiroz

Martín Gusinde, notable antropólogo que trabajó entre los grupos fuegopatagónicos en los inicios del siglo XX, produjo un importante y significativo número de páginas, plenas de datos, que mostraban la vida económica, social y espiritual de los pueblos que habitaban el extremo austral americano. Gusinde nace en Breslau, Silesia (actuamente Wrocław, Polonia), en 1886 y en 1900 ingresa a la Sociedad del Verbo Divino, ordenándose como sacerdote en 1911. Estudia antropología con Wilhelm Schmidt, otro sacerdote de la Sociedad y uno de los creadores de la denominada escuela de los círculos culturales (Kulturkreislehre), cuerpo teórico que intentaba mirar la historia de la humanidad desde una perspectiva algo distinta a la mirada evolucionista que predominaba en la disciplina de la época. El principal objetivo de Gusinde era trasladarse a Nueva Guinea y estudiar las sociedades de esa isla que, supuestamente, se encontraban entre las más primitivas del mundo. Sin embargo, las autoridades de su congregación lo envían a Chile, para que se desempeñe como Profesor de Ciencias Naturales en el Liceo Alemán, establecimiento que tenían en Santiago. Llega el 21 de septiembre de 1912, a bordo del Rodophis, buque de pasajeros y carga de la Hamburg-Amerikanische Packetfahrt-Actiengesellschaft (Hapag) e inicia de inmediato su colaboración con el recién creado Museo de Etnología y Antropología de Chile, que en ese momento dirigía el arqueólogo alemán Max Uhle. Trabaja en una bibliografía sobre Isla de Pascua, acompaña a Aureliano Oyarzún a reconocer algunos sitios arqueológicos en las costas de la zona central y estudia la medicina e higiene de los mapuche. En 1918 viaja a Punta Arenas y comienza sus completos estudios sobre los habitantes de Tierra del Fuego.

 

Son bastante conocidas sus cuatro expediciones al extremo sur del país, desarrolladas entre 1918 y 1924, cuyos informes fueron divulgados en las Publicaciones del Museo de Etnología y Antropología de Chile y publicadas entre 1920 y 1924. Mario Orellana, Premio Nacional de Historia en 1994, los reunió y publicó en 1980. Se sabe mucho menos de su viaje en el verano de 1920 a la Laguna San Rafael, con los geógrafos Federico Reichert y Hicken, hace justo 100 años. Su magna obra sobre “los indios de Tierra del Fuego” [Die Feuerland Indianer] comprende cuatro tomos, dedicados a los selk'nam, los yamana, los halakwulup y la antropología física de los grupos fueguinos respectivamente, publicados en alemán en 1931 [Die Selknam], en 1937 [Die Yamana], en 1939 [Anthropologie der Feuerland-Indianer] y en 1974 [Die Halakwulup]. La obra completa de Gusinde fue traducida al castellano y publicada en Buenos Aires por el Centro Argentino de Etnología Americana, en nueve volúmenes, entre 1982 y 1991.

 

Se hicieron muy populares sus sorprendentes fotografías, especialmente aquellas que mostraban a los habitantes de Tierra del Fuego con su notable pintura corporal, imágenes usadas, hasta el día de hoy, para los más diversos propósitos, generalmente relacionados con la publicidad de alguna marca u objeto. No me referiré en particular a estas imágenes, pero me permito remitir a los detallados trabajos realizados sobre esta temática por la antropóloga argentina Danae Fiore.

 

Mucho menos conocidos son sus registros sonoros (grabados mediante un fonógrafo en cilindros de cera), obtenidos entre los habitantes de la Patagonia Occidental Insular. Por el propio Gusinde sabemos que utilizó el fonógrafo en el tercero y en el cuarto viaje. En el informe del primer viaje dice que “debido a la escasez de recursos [...] no pude obtener tampoco un fonógrafo con los accesorios indispensables para fijar el lenguaje y los cantos de aquellos indios”; sin embargo, en el tercer viaje, logró registrar “unos veinticinco cantos completamente desconocidos hasta la fecha y una serie de palabras yaganes con sonidos fonéticos que no existen en nuestro alfabeto”; y en el cuarto viaje graba “en cilindros de fonógrafo más de 20 cantos, entonados por los yaganes durante esas reuniones” e imprime “dos series de palabras onas y algunos de sus cantos monótonos; igualmente fijé una larga lista de vocablos haus para salvar del olvido a ese dialecto”. Son algunas de sus afirmaciones respecto del uso del fonógrafo para grabar cilindros de cera en su trabajo de campo.

 

La mayor parte de los cilindros fueron enviados por el mismo Martin Gusinde al Berliner Phonogramm-Archiv para su estudio y hoy se encuentran depositados en el Ethnologisches Museum de Berlin (ex Museum für Volkerkunde). Según los catálogos institucionales se trata de 30 cilindros de cera que contienen canciones y otros testimonios verbales de hombres y mujeres selk'nam, yamana y halakwulup. También hay otros 33 cilindros de cera en el Phonogramm-Archiv grabados por Wilhem Koppers, otro antropólogo de la Sociedad del Verbo Divino, que acompañó a Gusinde en su tercera expedición a Tierra del Fuego, que transcurrió entre los meses de diciembre de 1921 y abril de 1922. Estos cilindros de cera y la información que contenían fueron estudiados por Erich von Hornbostel, musicólogo austríaco y director, desde 1905, del Berliner Phonogramm-Archiv.

 

Pero una cierta cantidad de cilindros de cera, no sabemos cuántos, fue dejada por Gusinde en el Museo de Etnología y Antropología de Chile. Es una ventana abierta que debe ser explorada, revisando los registros del Museo Histórico Nacional, institución en la que el antiguo museo se cobijó.

 

Mientras coordinaba la exposición Martin Gusinde, Cazador de Sombras, que fue realizada en 1986 para conmemorar el centenario de su nacimiento, tuve la oportunidad de revisar los objetos relacionados con la temática que se encontraban en el Museo Histórico Nacional. Pude reconocer un par de envases intactos de los cilindros de cera que Gusinde había dejado, aunque su contenido se encontraba destrozado. Supe una historia que paso a contarles: los cilindros de cera habían sido enviados en 1971 a Alemania para traspasar la información contenida a cintas magnetofónicas. El envío se hizo a través de la Embajada de Chile en Paris. Una vez realizado el traspaso en Berlín, la caja con los cilindros debidamente embalados regresó a Paris donde un funcionario de la embajada, considerando que la caja era demasiado voluminosa, sacó los cilindros y los puso en una caja más pequeña, sin tener el conocimiento ni los tomar las precauciones necesarias para proteger el delicado contenido. Resumiendo, los cilindros de cera llegaron a Chile en pequeños pedazos (pude ver algunos de ellos en 1986). Afortunadamente el contenido había quedado registrado en cintas magnetofónicas en Berlín y una copia había sido enviada a Chile. En ese momento no pude encontrarla en el museo pero obtuve del Phonogramm-Archiv un cassette con algunas de las canciones que estaban grabadas en “los cilindros chilenos”.

 

Me gustaría terminar esta breve introducción con una notable frase de Martín Gusinde: “resumiendo […], en cilindros de fonógrafo quedará perpetuada su voz”, las voces de los yaganes, de los selknam y de los kaweskar.

Voces Perpetuadas

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